Al día que escribo esta columna de opinión van 28 meses de gobierno progresista en cabeza de Gustavo Petro, poco más de dos años donde muchos esperaban cambios rotundos, pero a decir verdad ha ocurrido lo que supuse iba a ocurrir, muy poco para las extremas expectativas impuestas desde la misma oposición. Porque esa misma oposición que ha estado por más de 15 décadas en el poder, exige más que los mismos votantes del actual gobierno, exigen lo que nunca hicieron.
Del gobierno de Petro he aprendido muchas cosas, como entender que ganar las elecciones no es lo mismo a ganar el poder y que para llegar a ostentar el poder se debe tragar un pantano completo de sapos, ser muy hábil, asumir que muchas cosas la base electoral no las va a entender y que tomará más de 3 periodos presidenciales la mera posibilidad de lograrlo por la vía democrática actual.
He aprendido también que la figura de una persona no basta y que es apremiante construir pedagogía, formación de cuadros y pensarse todo como un proyecto política de varios quinquenios, con la disciplina de partido que a hoy no hay, sencillamente porque partido tampoco tenemos, el pacto histórico sigue siendo una convergencia de fuerzas.
Del ejercicio de poder que hasta ahora la izquierda pudo medianamente oler, entendemos que los poderes están más allá de los contrincantes políticos. Son esos empresarios y familias poderosas que tienen diseñado el estado, los que realmente manejan todo a su acomodo, y es impensable llegar a patear el tema, toca “concertar” hasta la compra de un lápiz. También entendimos que la corrupción es transversal a todo y que una purga nacional que conlleve a una sociedad menos corrupta es un tema complejo y de largo aliento donde todos jugamos un papel fundamental.
De Gustavo Petro aprendí también que una persona que llega a la presidencia, le guste o no, debe negociar pauta con los medios masivos de comunicación del establecimiento, toda vez que son los megáfonos de esos mismos poderosos que pueden con un chasquido de dedos paralizar el país y hasta llevarnos a una guerra civil. Desconozco si Petro hizo ese cálculo, si se fijó en lo importante que es el manejo de medios y que se requiere gente con experiencia y sagaz en el tema. Tener al periodismo nacional liderando la oposición, es tener al enemigo escribiendo la biografía de uno.
Aprendí hasta el momento también que la dialéctica debe ir acompañada del materialismo y pragmatismo político. En palabras de Char: “loco el cemento importa”, y sí yo sé que la cantidad de obras que se han llevado a esa Colombia que desconocen en las grandes ciudades ha sido ejemplar, pero sumado a que los medios eso nunca lo van a decir, estratégicamente es un trabajo electoral perdido. Me alegra enormemente las escuelas en los llanos apartados, el hospital en Bojayá, la gran cantidad de comunidades energéticas inauguradas, todo eso en un país olvidado, pero nos estamos olvidando también del país que pone votos, las grandes ciudades y es que no se gobierna para unos si y otros no, como solían hacer antes, se gobierna para todos.
Los últimos discursos del presidente Petro me dejan un buen sabor para lo que se avecina en 2025, un año que será muy difícil, donde la oposición será más cochina, donde los medios siguen señalando dictadura mientras siguen mintiendo y manipulando la información, será un año preelectoral largo, lleno de trampas, pero a la final siento que Petro se dio cuenta de algo muy importante: pese a concertar con otros sectores, con el enemigo no se gobierna y ese exceso democrático se aleja de la autoridad que todos demandamos. Así que habiéndose dado cuenta de ello, espero de todo corazón que 2025 sea un año donde veamos a un presidente con mayor autoridad, porque tanta concertación para todo a la final nos lleva a nada en un disfraz de democracia como la nuestra.