Esta es una pregunta que me planteo constantemente en medio de un desigual debate político en un país con un altísimo índice de analfabetismo en estos temas.
Partamos de nuestros bajos niveles educativos, no me refiero a la escolaridad que es algo bien diferente, en Colombia encontramos personas con alto nivel de escolaridad y coleccionistas de títulos, y una educación muy baja, ya me decía un amigo médico: si solo sabes de medicina, ni de medicina sabes.
Una sociedad no educada o mal educada es el caldo de cultivo para una manipulación feroz, sumado a la legendaria cartilla de manejo de masas de Nicolas Maquiavelo y que en nuestro país se aplica a la perfección, esos que ostentan el poder por generaciones nos dicen que pensar, como actuar y para donde ir.
Vamos más atrás: ¿De quien son los medios de comunicación?, de los mismos dueños de los medios de producción, que a su vez son los mismos dueños del sector financiero y que lograron cooptar las ramas del poder público nacional. Esos son los mismos que diseñaron los modelos de contratación nacional y que dejaron la mesa servida de como se debe administrar este país, como su finca.
A decir verdad, el tema no es nuevo, empezando por los periódicos hace mas de 100 años, eran liberales o conservadores, pero había una ventaja, uno sabía quien le estaba hablando, sabía que esperar… a la larga el sesgo es un tema humanamente natural y esperar imparcialidad es absurdo. Pero había algo que hoy no se encuentra: rigor, y el ejercicio de contrapoder, esas dos cosas que desaparecieron cuando los medios empezaron a mover pauta política.
Hoy tenemos un gobierno que no es tan de izquierda, y eso es otro tema quizás para varias columnas, pero por lo pronto dejémoslo en un estilo de gobernar diferente, progresista, alejado del statu quo y que los tiene muy incomodos, ellos tienen la capacidad de para el país, esos convirtieron el ejercicio periodístico en la meretriz del mejor postor, sin rigor, lleno de fake news, utilizando el derecho a libertad de prensa como un manto de impunidad para protegerse de sus mezquinas maneras, y sumado a esto el exponencial crecimiento de las redes sociales.
Hoy esa delgada línea que separaba la opinión de la información ya no existe y la masa no logra diferenciarlo, total a la masa hay que mantenerla iracunda. Hoy empleados de medios de comunicación con amplia influencia en redes sociales disfrazan la información de opinión y viceversa, usan las redes sociales como ese megáfono y se cobijan de impunidad con su sagrado derecho a la libertad de prensa y expresión, derecho al que nadie puede si quiera cuestionar, pero ¿y los deberes que?, de eso mejor no hablemos, porque podría ser tomado como un grave atentado.
A la final todo es la construcción de un estado de opinión, con un sistema de trabajo muy claro pero que la justicia no ha podido tocar porque sencillamente no hay como y el que proponga un proyecto de ley al respecto está mancillando a los seres celestiales del periodismo. Ese estado de opinión esta basado en principios sencillos como:
Abusar del desconocimiento colectivo de los temas y llevarlos a la ira para allí manipularlos aún más fácilmente.
Utilizar la cartera con la que sus poderosos dueños cuentan y direccionar la opinión hacía sus intereses particulares con el beneplácito de empleados serviles con buen sueldo, hasta de las secciones de farándula y deportes.
Partir desde un tema escandaloso sin bases, dicho por alguien con alcance mediático e intereses electorales de la derecha nacional, para luego pasar por los filtros de agentes que plasman eso en formatos digitales que luego son compartidos en una sinfónica y orquestada manera inicialmente en la red social X y que luego es llevada a influenciadores de poco argumento, mucho tiempo libre y bastante bullosos, digamos colombianos Mileiista, tomando alcances de miles de personas que luego con manipulados titulares se reparten en canales de telegram, Facebook o whatsapp y en cuestión de minutos han hecho el daño.
Paso siguiente, el perjudicado, en este caso el gobierno nacional o generalmente en su persona el presidente, debe salir con pruebas a desmentir el escándalo que han construido, pero no nos digamos mentiras, y ante eso quizás lo explique mejor un psicoanalista o un conocedor más profundo de la filosofía moderna; los humanos a lo negativo tendemos darle mayor relevancia.
En este punto ya entendemos que es más fácil convencer a una masa con mentiras que convencerla de que le están mintiendo.
No sé cuántos periodistas honestos, , hoy quedan en nuestro país, rigurosos y que sepan que hacer contrapoder y oposición no es lo mismo. Lo que si sé es que en su ausencia somos muchos los que tomamos el celular, nuestras redes sociales y decidimos hacerles contrapeso, con nuestros propios recursos, somos eso, el nichito que dijo Néstor, ese nichito sigue firme, acá estamos y sabemos que la época del miedo ya pasó.