Es imposible ignorar la indignación que ha causado la reciente declaración del presidente Gustavo Petro, quien se refirió a las periodistas colombianas como «muñecas de la mafia.» Como mujer, ciudadana y Representante a la Cámara, no puedo sino expresar mi total rechazo a estas palabras, que denotan una falta de respeto y una profunda irresponsabilidad.
Resulta aún más grave que este ataque verbal ocurriera en el marco de la posesión de la nueva Defensora del Pueblo, una mujer que simboliza la protección de nuestros derechos y la defensa contra cualquier forma de discriminación y violencia de género. ¿Qué mensaje envía el presidente cuando, en presencia de una mujer que asume un cargo tan relevante, lanza semejantes acusaciones? No es solo un ataque a las periodistas; es un ataque a todas las mujeres que día a día se esfuerzan por ser escuchadas y respetadas en un país donde, lamentablemente, la violencia contra nosotras sigue siendo una realidad cotidiana.
El presidente, en su habitual estilo, puede intentar retractarse y alegar que sus palabras fueron malinterpretadas o sacadas de contexto. Pero la realidad es que esta no es la primera vez que recurre al señalamiento y la descalificación, especialmente contra aquellos que se atreven a cuestionar o a ejercer su derecho a la oposición. Esta táctica de denigrar a quienes piensan diferente es inaceptable en cualquier democracia que se precie de serlo.
Por último, es fundamental señalar la ironía con la que el presidente maneja su discurso. Habla de equidad y respeto, pero con sus acciones demuestra lo contrario. Este comportamiento nos confronta con la idiosincrasia de una doble moral, donde se exigen derechos y respeto, pero se niegan esos mismos principios a los demás.
La libertad de prensa es un Derecho y un pilar de nuestra democracia, y atacarla de esta manera es atacar la verdad misma. No podemos permitir que el irrespeto y la descalificación se conviertan en la norma desde el más alto cargo del país. Como mujeres, Como ciudadanas, Como Políticas como periodistas, como colombianas, merecemos y exigimos respeto.