Las elecciones presidenciales de Venezuela de 2024 se dieron en un entorno de expectativa y escepticismo. Estas elecciones fueron vistas como una oportunidad para que Venezuela pueda cambiar su rumbo político y social. La comunidad internacional ha puesto especial atención a este evento, dada su actual situación y el historial de elecciones pasadas, que han sido objeto de denuncias de fraude y falta de transparencia, y estas no parecen ser la excepción.
Este año, el presidente Gustavo Petro decidió no pronunciarse rápidamente sobre el resultado de estas elecciones, una decisión que muchos de nosotros interpretamos como una estrategia diplomática cuidadosa y reflexiva; recordemos la frase “uno es dueño de su silencio y esclavo de sus palabras”, y ese silencio del presidente parece estar enfocado así:
1. Respeto a la Soberanía y el Proceso Electoral Venezolano
Así le cueste hacerlo a la ultraderecha colombiana, Venezuela merece respeto, no es una extensión de Colombia a la que le pueden hacer intromisiones cada vez que se les ocurra, una de las razones fundamentales detrás de la cautela de Petro, seguramente, es su profundo respeto por la soberanía venezolana y su proceso electoral. Petro ha enfatizado repetidamente la importancia de no intervenir en los asuntos internos de otras naciones, especialmente en un contexto tan delicado como el de Venezuela, donde las tensiones políticas y sociales son evidentes.
2. Evitar la Politización y Polarización Internacional
El escenario político de Venezuela a menudo es un campo de batalla internacional, donde diversos países toman posiciones que pueden polarizar aún más la situación. Al no pronunciarse inmediatamente, Petro evita que Colombia se vea arrastrada a la polarización que rodea a Venezuela (suficiente con la nuestra), preservando la capacidad de Colombia para actuar como un mediador neutral y constructivo en futuros diálogos internacionales.
3. Esperar Información Completa y Verificada
En un mundo donde la desinformación se propaga rápidamente, y de eso conocemos bien los colombianos con la baja calidad de periodismo de nuestros propios medios y periodistas, Petro opta por esperar hasta que toda la información sobre el proceso electoral en Venezuela sea completamente verificada y validada antes de emitir cualquier declaración oficial. Esto refleja un compromiso con la verdad, priorizando declaraciones fundadas en hechos concretos en lugar de reacciones impulsivas que podrían basarse en información incompleta o sesgada, es decir, el chismerío propio de los uribistas.
En cualquiera de esos escenarios posibles del silencio de Petro, las razones enfatizan la diplomacia, el respeto por la soberanía y la búsqueda de soluciones pacíficas y constructivas para las relaciones regionales. Esto deja ver la importancia de actuar con cuidado y consideración en un entorno político desafiante y no con la manipulación y presión mediática de un grupo de ultraderechistas a los que realmente no les interesa nada de lo mencionado, sino solo su ego y saciar su sed de violencia, así dejen a nuestro país mal parado en el futuro cercano con el país vecino, porque lo que les encanta, a fin de cuentas, es la guerra y la pelea permanente; la paz es un estado incómodo para ellos.
La ultraderecha colombiana ha mostrado una aparente preocupación por la situación en Venezuela, criticando con los dientes las elecciones presidenciales de 2024. Sin embargo, detrás de esta postura supuestamente defensora de la democracia se esconde una agenda que poco tiene que ver con los intereses genuinos de los venezolanos, sino mucho más con el deseo de manipular el panorama regional para su propio beneficio.
Utilizan la crisis en Venezuela como una herramienta para fortalecer su narrativa política. Alegan defender los derechos humanos y la democracia, pero su verdadero interés radica en desestabilizar la región para fomentar un clima de miedo que justifique sus políticas de mano dura (y corazón grande, ja, ja, ja), así como el aumento del gasto militar, alineándose con sus objetivos autoritarios.
En lugar de buscar soluciones pacíficas y diplomáticas, los uribistas promueven la intervención violenta y la intromisión en los asuntos internos de Venezuela. Este enfoque no solo es imprudente, sino que también está diseñado para sembrar pánico y justificar la presencia de fuerzas externas bajo el pretexto de una crisis de seguridad, cuando en realidad su intención es imponer un control geopolítico.
Los chillidos de la ultraderecha suelen centrarse en los horrores del régimen de Maduro, pero a menudo ignoran deliberadamente los problemas reales que enfrentan los venezolanos, ofreciendo soluciones que no son más que un espejismo de intervención militar y presión económica. Su falta de interés en soluciones humanitarias reales demuestra que su agenda se enfoca en su beneficio político de la crisis, y no en el bienestar de los venezolanos. Es irónico que la ultraderecha critique las elecciones en Venezuela, cuando, muchas veces, han apoyado a líderes autoritarios y han implementado políticas que carcomen nuestros propios derechos democráticos. Su doble moral deja al descubierto su falta de principios y revela que su supuesta preocupación por la democracia es solo una fachada para ganar puntos políticos y consolidar su poder.
Las incoherencias de la ultraderecha colombiana con respecto al tema de la elección de Maduro en 2024 y el estallido social en Colombia en 2021 pueden ser vistas a través de varios aspectos:
– Critican fuertemente las elecciones en Venezuela, argumentando que son antidemocráticas y fraudulentas. Insisten en la necesidad de elecciones libres y transparentes y condenan el autoritarismo del régimen de Maduro; se les olvida que, durante las protestas de 2021 en nuestro país, los mismos que critican a Maduro por su autoritarismo fueron acusados de violar los derechos humanos mediante el uso excesivo de la fuerza contra los manifestantes, reprimiendo a la población que exigía cambios democráticos y reformas sociales. La incoherencia radica en que al criticar la falta de democracia en Venezuela, la derecha colombiana parece ignorar las críticas internacionales que recibió por la represión durante las protestas de 2021.
– Utilizan la crisis económica y humanitaria de Venezuela como ejemplo del fracaso del socialismo de Maduro. Destacan el colapso económico y el éxodo masivo de venezolanos como razones para condenar al régimen. Sin embargo, en Colombia, las protestas de 2021 surgieron en gran parte debido a la desigualdad económica, la pobreza y la falta de oportunidades. Hay una evidente contradicción al usar la crisis en Venezuela como una herramienta política para criticar a Maduro, mientras se ignoran o deslegitiman problemas similares de desigualdad y pobreza dentro de Colombia, los cuales provocaron el estallido social de 2021.
– Señalaron que nuestras protestas de 2021 estaban infiltradas por guerrilleros y narcotraficantes, usando este argumento para deslegitimar las genuinas demandas sociales y económicas que motivaron las manifestaciones, pero ahora resulta que son los mayores agitadores de las revueltas sociales en Venezuela, las “admiran”, las convocan, se ofrecen para ir a “pelear” por ellos, alientan el golpe de estado, ahora sí le piden a la Policía y a las Fuerzas Militares que no repriman ni violenten al pueblo, celebran que las estatuas sean derrumbadas y admiran a los protestantes. En Colombia, no bajaron a los manifestantes de terroristas, los persiguieron, encarcelaron, estigmatizaron y aún los acosan y amenazan.
En conclusión, la postura de la ultraderecha respecto a las elecciones de Venezuela en 2024 no está motivada por un deseo sincero de ayudar a ese país, sino por una estrategia calculada para tratar de sembrar pánico y justificar sus propios intereses de poder. Al exponer esta hipocresía, queda claro que sus verdaderas intenciones son más perjudiciales que constructivas, utilizando la crisis venezolana como un peón en su juego político de cara a las elecciones de 2026 en Colombia. Son unos degenerados.