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Marcela Portilla

Nos Regalan Miedo para Vendernos Seguridad

Una columna del Portal de Opinión

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La ultraderecha nos tiene tan analizados que siempre que pretende lograr algo contundente, como, por ejemplo, hacerse sentir con su rechazo al juicio de Uribe, extrañamente se recrudecen los ataques a la población civil, a militares y a policías, y con mayor incidencia en las zonas en las que la conquista de la paz ha sido más esquiva. El Cauca y, en general, el Pacífico colombiano parecen ser el blanco del terrorismo, el laboratorio de los planes macabros de quienes no quieren perder “el negocio de la guerra”.

Durante el gobierno de Santos, con el Proceso de Paz, la tasa de homicidios en el Cauca, año a año, bajó significativamente, pero cuando Duque se posesionó, pasó exactamente lo contrario, año a año las cifras fueron aumentando de manera escandalosa y exponencial, como si aquella promesa de “hacer trizas la paz” quisiera arraigarse en el corazón del pueblo caucano. En comparación con el gobierno de Santos, los homicidios en el gobierno de Duque aumentaron casi tres veces, alcanzando su punto más alto en 2022, hasta cuando en agosto de ese año le entregó el poder a Petro. Durante el gobierno de Petro, si bien la cifra aún es mucho mayor que en el de Santos, a diferencia del de Duque, los homicidios en dicha zona han empezado a descender. Extrañamente, la ultraderecha entre 2018 y 2022 no se escandalizó con estas cifras, como sí lo hacen hoy en día.

El Cauca sigue siendo acechado por la guerrilla, tanto las disidencias de las FARC como el ELN y grupos de delincuencia común, que amenazan a los habitantes y no los dejan vivir dignamente. Allí se estableció el Estado Mayor Central de las disidencias de las FARC, al mando de Iván Mordisco y Gentil Duarte, la Segunda Marquetalia, al mando de Iván Márquez, el Clan del Golfo y, como mencioné anteriormente, la delincuencia común. Todos estos grupos han generado una guerra que no cesa, pero que tiene una particularidad extraña: la violencia parece que se intensifica de manera cíclica.

Muchos hemos notado que cuando suceden eventos importantes que afectan a la ultraderecha colombiana, extrañamente se recrudece la violencia en el país, especialmente en la zona del Pacífico: atentados, tomas armadas, enfrentamientos, asesinatos de líderes sociales, masacres. Todos estos lamentables hechos parecen enviar mensajes claros: “si no nos dejan delinquir, no los dejamos vivir en paz”. Lo más triste de todo es que, como siempre, en medio están los inocentes, los que nada tienen que ver con la guerra que el Estado libra contra los delincuentes del monte, de las calles y de cuello blanco.

Precisamente un nuevo ciclo de violencia se “despertó” en el Cauca, hubo ataques en Miranda, Cajibío y Morales, estos empezaron el 17 de mayo, día en que “curiosamente” inició el juicio contra el expresidente Uribe.

La ultraderecha colombiana anhela fortalecer la narrativa anacrónica de que estos grupos armados al margen de la Ley tienen una ideología de izquierda, pero la realidad es que la única ideología que, al parecer, tienen estos grupos es la de la cocaína y la de cuánto pueden lucrarse con ella; para nadie es un secreto que esa es su fuente de financiación principal y que el actual Gobierno se la está incautando, afectando gravemente sus ingresos.

Entonces, y como si el oportunismo no pudiera esperar cuando se habla de pérdidas de vidas, aparecen políticos de extrema derecha, a quienes parece que se les hace “sangre la boca” con las lamentables circunstancias, piden la “cabeza” del ministro de Defensa, aparece Victoria Dávila “informando” en X que un suboficial del Ejército, quien después dice que es soldado, le escribió por WhatsApp, pidiéndole ayuda en medio de un supuesto combate que era contra la Policía, y no contra el Ejército, además, contándole su sueño de niño y solicitándole que presione al Gobierno porque se sienten abandonados. Muy raro todo, ¿no? Ni hablemos de la repentina preocupación políticos, como Paloma Valencia, quien en 2015 propuso que el Cauca se dividiera en dos para apartar a los indígenas del resto de la sociedad caucana y ahora, de repente, le entró la solidaridad por este departamento después de haberle faltado al respeto años atrás. Luego, como si fuera poco, aparece un video del expresidente Uribe dando un discurso en la Universidad de La Sabana, el cual parece un adoctrinamiento a los jóvenes asistentes, prácticamente, solicitándoles a las Fuerzas Militares que desobedezcan al presidente Petro y un día después para justificarse tras el escándalo que produjeron esas palabras, revive en la Universidad Eafit, conceptos como Autodefensas y Castrochavismo, curioso ese comportamiento, o más bien desesperado.

¿Qué busca la ultraderecha? ¿Usar la violencia como plataforma para que los vuelvan a elegir? ¿Poner a su líder como salvador y no como imputado? ¿Hacerle creer a la gente falsamente que con ellos estábamos mejor?

Cuando Duque aseguró que Iván Mordisco estaba muerto y que el Clan del Golfo estaba acabado, realmente ellos usaron esos meses de distracción para fortalecerse. Ahora le toca a Petro hacer lo que a Duque le quedó grande.

¡No nos siembren miedo para vendernos seguridad, porque nosotros ya no les compramos nada!

Marcela Portilla

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