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Mauricio Toro Orjuela

No pedimos más derechos que los demás. Pedimos los mismos de cualquier ciudadano.

Una columna del Portal de Opinión

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Estamos terminando el mes de celebración de la diversidad y del orgullo LGBTI, con grandes avances, cada vez son más las empresas e instituciones que se unen a la celebración y que crean espacios seguros para sus empleados y funcionarios.

Sin embargo, durante este mes también se alborotan los ataques homofóbicos y de ciertos grupos que se esconden detrás del manto de la religión. Uno de los ataques más frecuentes dice que las personas LGBT supuestamente exigimos derechos superiores a los de cualquier ciudadano, como si exigiéramos derechos especiales y “adicionales”. Lo cual claramente es una gran mentira.

Esta narrativa ha tenido gran difusión entre grupos religiosos y antiderechos, se repite a diario y es uno de los argumentos más usados en las redes sociales para atacar cualquier publicación que defienda la diversidad y la lucha de los derechos LGBT.

Es absurdo pensar que las personas LGBT queremos derechos “adicionales”, o más que los de cualquier ciudadano, cuando ni hemos logrado la conquista y el acceso a los derechos fundamentales que tiene cualquier colombiano. Cuando un joven LGBT es acosado en su colegio, cuando a una pareja lesbiana le es negado su derecho a contraer matrimonio por las creencias religiosas del notario de turno, o cuando un joven gay es sometido a torturas por medio de las mal llamadas “terapias de conversión” por su propia familia, se evidencia claramente que no se nos garantizan nuestros derechos. Aunque Colombia lidera el reconocimiento de derechos para las personas LGBTI, es mucho lo que falta andar para materializar esos derechos, para garantizar su acceso. En el papel, somos uno de los países màs avanzados en garantía de derechos LGBTI, pero en la realidad la situación es muy dramática.

Según Colombia Diversa en 2022 fueron asesinadas 145 personas LGBTI, una cifra que probablemente es mucho mas grande debido al subregistro de la población LGBTI. Es absurdo pensar que queremos derechos “adicionales” o “especiales” cuando el Estado colombiano todavía no es capaz de garantizarnos los derechos fundamentales reconocidos en la Constitución.

Aunque el argumento es absurdo, se repite infinitamente en grupos de whatsapp y de Facebook, usualmente grupos religiosos. Es el mismo modus operandi de la inventada “ideología de género” que supuestamente estaba incluida en el Acuerdo de Paz y que logró llenar de miedo a miles de colombianos que votaron NO en las urnas, confundidos a punta de mentiras. Desafortunadamente en esta época de fakes y noticias falsas, la velocidad con la que se riegan este tipo de narrativas es casi imposible de enfrentarse,

La única herramienta contra los discursos de odio y las mentiras es la educación. Que en los colegios se enseñe la importancia de la diversidad, pero no solo a nivel escolar, también en las familias, donde más intensamente se reproducen los prejuicios y los odios irracionales. También en las empresas, para tener espacios laborales seguros e incluyentes. En todos los espacios de la sociedad debemos permanentemente enseñar la importancia de la diversidad, y debemos desenmascarar los discursos de odio y homofobia. No podemos permitir que escondidos en la libertad religiosa y la libertad de opinión, se sigan reproduciendo estos discursos que causan tanto daño, que ponen en riesgo nuestras vidas.

Muchas veces nos critican diciendo que no hay necesidad de estar mostrando la orientación sexual y la identidad de género todo el tiempo y en todos los espacios, y yo digo todo lo contrario: es necesario llevar la diversidad y la lucha por nuestros derechos a absolutamente todos los espacios de la sociedad. Cualquier espacio donde no llevemos la diversidad, es el espacio perfecto para la reproducción de discursos de odio y de homofobia.

Finalmente debo recordar que este año, por segunda vez, el Congreso de la República impide que se apruebe el proyecto de ley “nada que curar” que busca prohibir las mal llamadas “terapias de conversión” a las cuales se someten personas LGBTI tratando cambiar su orientación sexual y su identidad de género. Estas prácticas son simplemente torturas escondidas nuevamente detrás de las religiones. Es inadmisible que algunas personas se sigan lucrando con este tipo de instituciones donde se usan los tratos más crueles e inhumanos en contra de las personas diversas. El Congreso debe tomarse este debate seriamente, más allá de las posiciones electorales convenientes para unos pocos.

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