En los últimos días hemos visto cómo se ha vuelto noticia, como cada año, la caída de la plataforma de la DIAN para la presentación de declaraciones tributarias. En este proceso, hemos acompañado a contadores, gremios de contadores y muchos profesionales dedicados al tema tributario, quienes presionaron a la DIAN a través de redes sociales y plantones. Lograron que la entidad emitiera un comunicado de contingencia declarando la indisponibilidad de los servicios informáticos.
Frente a esta situación, la DIAN no solo ha emitido la contingencia, sino que también ha dispuesto mesas de diálogo para buscar soluciones que permitan mitigar el riesgo de que esta historia se siga repitiendo año tras año. Aplaudo esa disposición, ya que el tema de salud mental en los profesionales de la contaduría se ha convertido en una problemática creciente a raíz de estos inconvenientes. Sin embargo, existe un nicho muy importante de personas que padecen problemas de salud mental debido a la sobrecarga laboral, la cual también se deriva en parte por estos inconvenientes tecnológicos, y nadie habla por ellos: son los funcionarios de la DIAN.
Los resultados de la DIAN no han sido los mejores en materia de recaudo en los últimos tiempos, especialmente en este gobierno. Sin embargo, es necesario aclarar que este déficit en resultados no tiene que ver con los funcionarios de la entidad. Como exfuncionario que ha estado en diferentes espacios contribuyendo con el país y ahora desde el sector privado, considero que difícilmente podría haber un lugar donde los funcionarios sean tan comprometidos con su trabajo como lo es la DIAN. La sociedad, en cierta medida, ha sido injusta con los funcionarios al generalizar cuando salen a la luz noticias de corrupción por parte de unos pocos, entre más de 15,000 que hoy laboran allí.
A raíz de estos inconvenientes tecnológicos, muchos funcionarios de las seccionales del país también me han comentado su situación: están estresados, enfermos, y para ellos no hay contingencia. De hecho, en algunos casos deben trabajar desde sus celulares personales porque en estos dispositivos sí funciona la plataforma. Esto tampoco puede seguir ocurriendo. Entiendo que la alta dirección de la DIAN pueda incomodarse con mi opinión reiterada respecto a las fallas que se están cometiendo, pero la DIAN es una entidad que personas como yo llevamos en el corazón y que nos duele su debilitamiento y su desangre. Estos escenarios de opinión pública, más que para criticar, son para dejar un mensaje claro: ese no es el camino. Pero también, más allá de una ideología (porque la DIAN dejó de ser técnica en su alta dirección hace bastante tiempo), se deben escuchar propuestas para reenfocar su rumbo.
La modernización es la solución, y muchas voces coincidimos en ello. Pero no es momento de vender utopías. Los recursos están; hay que ponerlos en marcha. Sin embargo, esto toma su tiempo, así que enfoquémonos en trabajar en un calendario tributario que permita a los contribuyentes presentar sus obligaciones sin que todos los vencimientos ocurran en el mismo período, lo cual bien podría ajustarse para las fechas de renta y exógena, implementando un vencimiento escalonado por concepto, solo por esta época. Esto asegurará que el sistema no colapse con tantos contribuyentes presentando obligaciones de diversos tipos simultáneamente, y permitirá que los funcionarios sigan realizando controles sin interrupciones. Todo esto mientras se desarrolla el proyecto de modernización tecnológica de la DIAN, que debe contar con un funcionamiento en la nube, similar al sistema de factura electrónica.
Lo más inmediato, entonces, es descongestionar el Muisca. Aplacemos la declaración exógena por dos semanas, que es el plazo límite, y ayudemos a que estas medidas expeditas resuelvan los problemas que hoy enfrentan tanto funcionarios como asesores, especialmente en materia de salud mental.