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Alejandro Ocampo

La guerra nunca será el camino

Una columna del Portal de Opinión

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Hace un año, el 7 de octubre de 2023, el mundo fue testigo de una tragedia que marcó el
comienzo de uno de los conflictos más devastadores de la historia reciente en Oriente
Medio. El ataque terrorista perpetrado por Hamas en Israel dejó 1.200 personas asesinadas
y 251 rehenes, un episodio que estremeció al mundo y desencadenó una nueva ola de
violencia. Desde entonces, la escalada militar ha cobrado la vida de decenas de miles de
personas en Gaza, la mayoría de ellas mujeres, niños y trabajadores humanitarios, con una
franja de territorio devastada y sumida en el dolor.
A un año de este conflicto, los números son escalofriantes. Más de 40.000 palestinos han
muerto, representando una pérdida humana inconmensurable para un territorio que apenas
contaba con 2,3 millones de habitantes antes de la guerra. La cifra de desplazados se eleva
a casi dos millones, lo que equivale a que el 86% de la población ha sido forzada a
abandonar sus hogares, huyendo de la violencia, mientras que más de la mitad de los
hospitales en Gaza están fuera de servicio. El ciclo de muerte, destrucción y sufrimiento
parece no tener fin, y la pregunta que sigue resonando es: ¿cómo llegamos hasta aquí?
La guerra nunca será la respuesta. En el caso de Gaza y Cisjordania, los misiles, drones y
bombardeos no han resuelto el conflicto, sino que han perpetuado una espiral de violencia
que, lejos de acercar a las partes, las ha alejado más. Los bombardeos no han traído paz ni
seguridad a Israel, y tampoco han dado un respiro a la asfixiante realidad que enfrenta el
pueblo palestino. Al contrario, ambos pueblos se han sumido en el miedo, el odio y el
resentimiento, con cicatrices que tardarán generaciones en sanar.
El diálogo, aunque difícil, sigue siendo la única vía para encontrar una solución sostenible.
Cada día que pasa sin un esfuerzo real por reanudar conversaciones y alcanzar acuerdos
es un día más de sufrimiento para miles de personas inocentes. Un ejemplo cercano lo
encontramos en Buenaventura, donde, a pesar de las dificultades, se han logrado avances
significativos en el proceso de paz urbano entre los grupos Shottas y Espartanos. Si el
diálogo puede abrir caminos de reconciliación en medio de la violencia más cruda en
Colombia, no podemos permitirnos renunciar a esta posibilidad en Oriente Medio.
Hoy, más que nunca, es necesario un llamado global a la negociación, al cese de las
hostilidades y a la reconstrucción del tejido social roto. Israel y Palestina deben ser capaces
de ver más allá del rencor inmediato y los intereses políticos. Deben construir puentes hacia
la coexistencia, no murallas que perpetúen la división. La comunidad internacional también
tiene un rol crucial: presionar por soluciones diplomáticas, fomentar la cooperación y evitar
que la guerra siga siendo vista como la única opción.
La paz no será fácil de alcanzar, pero es el único camino. Lo hemos visto antes en otros
conflictos: la violencia solo engendra más violencia. Las guerras pueden destruir territorios,
pero nunca construirán futuros. Frente a un año de tragedia, la única esperanza está en que
los líderes del mundo, y especialmente los de la región, asuman la responsabilidad de
devolver la paz a sus pueblos. El costo humano ya ha sido demasiado alto.

Alejandro Ocampo

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