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Alejandro Ocampo

Defender el páramo de Santurbán es proteger la vida

Una columna del Portal de Opinión

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El páramo de Santurbán no es solo un ecosistema invaluable para Colombia, es el corazón
de la vida en los departamentos de Santander y Norte de Santander. Con alrededor de
142.000 hectáreas que conectan cinco complejos de páramos, Santurbán provee de agua a
más de 2,3 millones de personas en 48 municipios, siendo una reserva estratégica para la
recarga y regulación hídrica. Es nuestra responsabilidad proteger este tesoro natural que
está bajo una amenaza cada vez mayor debido a las explotaciones mineras, tanto legales
como ilegales.
El pasado 18 de octubre, las calles de Bucaramanga se llenaron de voces que reclaman lo
mismo: la defensa del agua y la preservación de Santurbán. Miles de personas se unieron a
la marcha ciudadana convocada por el Comité en Defensa del Agua y el Páramo de
Santurbán, junto a centrales obreras y movimientos sociales, exigiendo al Gobierno
Nacional la prohibición definitiva de cualquier tipo de minería en este ecosistema vital. La
movilización es una muestra clara del poder de la ciudadanía cuando se trata de proteger
nuestros recursos naturales. Sin embargo, esta lucha no puede depender solo de la
voluntad popular, debe ser respaldada y protegida por la ley y las instituciones del Estado.
El agua que fluye desde Santurbán sostiene la vida de los habitantes de esta región, y no
solo de los humanos. Este páramo es el hogar de especies únicas y muchas en peligro de
extinción, como el pato zambullidor, el chirriador, el venado de páramo y el majestuoso
cóndor de los Andes. Además, los musgos que cubren el páramo funcionan como un
enorme esponja natural, capturando y liberando el agua necesaria para regular las cuencas
hidrográficas de los dos departamentos. Sin este ecosistema, los impactos sobre la
biodiversidad y la seguridad hídrica serían catastróficos.
Hoy, más que nunca, debemos hacer una reflexión profunda sobre la importancia de
preservar nuestros páramos y las fuentes de agua que nos sostienen. En un país como
Colombia, que cuenta con un patrimonio ambiental tan diverso, la posibilidad de
convertirnos en una potencia de la vida no solo es un sueño, es un deber. La Constitución
de 1991 nos otorgó un mandato claro: proteger el ambiente como un derecho fundamental.
Pero no basta con que este derecho exista en el papel; debe ser defendido en la práctica,
día a día, en las decisiones que tomamos y en las políticas que impulsamos.
La presencia de multinacionales como Minesa en Santurbán es una amenaza directa a este
mandato constitucional. La minería, en cualquiera de sus formas, es incompatible con la
conservación de un páramo que regula las fuentes de agua y es refugio de vida silvestre. La
actividad minera no solo implica la alteración del paisaje, sino también la contaminación de
los ríos y acuíferos, lo que tendría efectos devastadores e irreversibles para las
comunidades locales y para el país entero. No podemos permitir que los intereses
económicos de unos pocos prevalezcan sobre el bienestar de millones de colombianos.
Como presidente de la Comisión de Agua y Biodiversidad del Congreso, hago un llamado al
gobierno nacional para que tome decisiones firmes en la protección de nuestros páramos.
Es fundamental que se prohíba la explotación minera en estos ecosistemas y que Minesa, y
cualquier otra empresa interesada en explotar Santurbán, se retire de manera definitiva. No
podemos sacrificar el agua y la biodiversidad por la extracción de oro.
Defender el páramo de Santurbán no es una tarea opcional, es un imperativo ético y
ambiental. Si aspiramos a ser una potencia de la vida, debemos poner la protección de
nuestros recursos naturales en el centro de nuestras políticas y decisiones. La lucha por
Santurbán es la lucha por el agua, por la vida, por las generaciones futuras. Hoy estamos
llamados a tomar una posición clara y a actuar con determinación para que este páramo
siga siendo fuente de vida y no se convierta en otro ejemplo más de la destrucción
ambiental.
Colombia tiene la oportunidad histórica de liderar el camino hacia un desarrollo sostenible
que valore y proteja su riqueza natural. El agua es vida, y Santurbán, con su biodiversidad y
su capacidad para sostener millones de personas, debe ser preservado como un símbolo de
lo que podemos lograr cuando actuamos con responsabilidad y visión de futuro.
Es hora de escuchar a la ciudadanía, de escuchar a la naturaleza y de actuar en
consecuencia. Solo así podremos asegurar que Colombia sea, efectivamente, una potencia
de la vida.

Alejandro Ocampo

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