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Alejandro Ocampo

De la marcha del odio a la marcha de los trabajadores

Una columna del Portal de Opinión

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Hay quienes aún no aceptan que Gustavo Petro sea el Presidente de Colombia, eso quedó claro en las marchas organizadas el 21 de abril por aquellos nostálgicos del poder, que quieren preservar el statu quo y se oponen a las reformas estructurales por las que la mayoría de los ciudadanos votaron en 2022.

No podemos desconocer que muchas personas se movilizaron en las principales ciudades para expresar su descontento y el Gobierno les brindó las garantías para marchar; todos llegaron con ojos a sus casas, la Policía y el Esmad no infiltraron, ni sabotearon las marchas.

Tampoco podemos negar que quienes organizaron las marchas son aquellos que no han podido aceptar que el Gobierno del cambio está comprometido con sacar adelante las reformas para mejorar la salud de todos los colombianos -incluyendo los que viven en las regiones más apartadas-, está comprometido con el acceso a las pensiones y a dignificar las condiciones de los trabajadores; los organizadores de las marchas no lo aceptan porque ellos, sus amigos, sus patrocinadores y sus socios dejan de ganar muchos millones de pesos a costillas de todos nosotros.

Marcharon por la no intervención de las EPS, por la no reforma pensional, fue una marcha para defender el statu quo; no era por cuánta gente se está muriendo de hambre, ni por cuánta gente no estudia, ni cuánta gente no tiene empleo, ni cuánta tierra les falta a los campesinos, ni cuántos corruptos están libres. ¡Qué Vergüenza, que varios denunciados, investigados y procesados por corrupción dirigieron las marchas!

¿Por qué no había una pancarta que dijera: que aparezca el medio billón de pesos de la paz, que aparezcan los 70.000 millones del internet de los niños pobres?

La marcha del primero de mayo, sin proponérselo, es contraria a la promovida por el uribato.

Los colombianos siempre hemos caminado las calles, aguantado garrotazos y gases lacrimógenos, pidiéndole al gobierno de turno mejor educación, mejor salud, pensión para todos y todas y un acuerdo de paz que nos permita vivir sin la amenaza de la muerte.

Ese día marcharán los que generan riqueza en este país, porque es con el sudor de la clase trabajadora y las ventajas que el sector político otorga a sus amigos, que se han construido las grandes fortunas de este país; bueno, también hay que tener en cuenta los millones de hectáreas de tierras que se han robado.

Ese día, marcharán los obreros, los profesores, las secretarias, las enfermeras, los campesinos, los desplazados y los estudiantes, ambas marchas pasaran por la Calle Quinta en Cali y la Carrera Séptima en Bogotá, porque una de las señales del cambio, es que los NADIE y el uribato ya compartimos el mismo suelo y el mismo sol y toca gritar para ser escuchados, algo que era imposible de pensar antes de la victoria de Gustavo Petro.

Las tarimas sí serán diferentes, el primero de mayo los voceros y las cabezas de la marcha no serán personas cuestionadas por su honradez, no están investigados, ni procesados, ese día marcharán personas que han sufrido atentados y amenazas por defender a los más pobres, mujeres desplazadas por defender la tierra donde viven y obreros que sueñan con dar una vida mejor a sus familias.

El cambio no es fácil, remover un régimen político no se logra de forma tranquila, menos el colombiano, que ha sido capaz de asesinar a sus propios líderes y ciudadanos y que está dispuesto a lo que sea para continuar en el poder.

La clase dominante, el llamado establecimiento no se va a resignar a abandonar sus posiciones de poder por las buenas, van a dar una lucha de vida o muerte, van a utilizar sus amigos en las cortes, van a utilizar todo su poder político, mediático, militar, ilegal y seguramente convocaran otras marchas; ellos no están dispuestos a dejar de enriquecerse con nuestras pensiones y no están dispuestos a dejar de utilizar los $400 billones de pesos que manejan como si fueran suyos y no de los trabajadores de Colombia; y por esa plata y otra más, son capaces de cualquier cosa, entre esas hacer lo que siempre han hecho: asesinar a los contradictores que ponen en riesgo sus privilegios.

No van a aceptar que la mayoría del pueblo colombiano del que han vivido, han abusado y han oprimido, ya no quiera dejarse mandar. Los que convocaron la marcha del odio, creen que sus abuelos, padres y tíos, les heredaron el poder de gobernar a Colombia y que todos los demás estamos obligados a entregar nuestros impuestos para que ellos cada día sean más ricos y nosotros más pobres.

La marcha de abril fue la marcha de los Valencia, de los Turbay, de los Lleras, de los Uribe, de los Pastrana, la marcha de ese pasado que no quiere irse, que se resiste a desaparecer de la misma forma que un cáncer se resiste a una quimio, agresiva y peligrosa.

La marcha de mayo es la de los Rojas, los Mosquera, los Gómez, los Muñoz, los Giraldo, es la marcha de aquellos que sueñan con que Colombia sea un mejor lugar para vivir y por un mejor futuro para sus familias.

La marcha de abril representa el pasado que nos condena y la de mayo, la de los trabajadores; representa el futuro que nos libera, que nos reconoce como personas y que mejora la vida de nuestras familias.

Alejandro Ocampo

Representante a la Cámara por el Pacto Histórico

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