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Diana Andrade

Como digo una cosa, digo otra…

Una columna del Portal de Opinión

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Puede ser que la ideología y formas de pensar del presidente Petro sean opuestas a una gran parte de la población del país que preside, puede que muchos pensemos que son populistas, sectarias, discriminatorias, amenazantes, arrogantes, entre otros muchos calificativos que usan aquellos que nos oponemos a las políticas del mandatario y a su agenda programática. No obstante, creo que ese no es el principal problema.

Hace tan solo un par de años, incluso meses antes de llegar a la presidencia, Gustavo Petro cuestionaba al anterior gobierno diciéndole: “…qué hace Duque metido en la guerra entre Rusia y Ucrania, cuando debería estar pendiente de la guerra en Arauca (…)”. Hasta ahí, aunque muchos no estemos de acuerdo, su posición no deja de ser un concepto ideológico. No obstante, dos años después, el mismo Petro, ahora presidente, no ha dejado un solo día de hablar, trinar, escribir, opinar y romper relaciones diplomáticas por la guerra entre Israel y el grupo terrorista Hamas. ¿Qué hace Petro metido en la guerra entre Hamas e Israel, cuando debería estar pendiente de la Guerra en el Cauca? Solo, por poner un ejemplo. El problema de Petro no es su ideología, el problema es su profunda incoherencia, es la conveniencia de sus posiciones con respecto de los hechos y de los protagonistas para favorecer sus intereses políticos.

Ahora bien, cuando se ha cuestionado a Petro acerca del lamentable estado de las condiciones económicas, políticas y sociales por las que lleva atravesando por más de 20 años Venezuela, Petro ha sido diplomático: respetar la autonomía del pueblo venezolano para escoger a sus gobernantes, con el fin de desviar cualquier posibilidad de intervención extranjera en la autonomía y soberanía del vecino país. Hasta ahí, otra vez su convicción y pensamiento político. Aparte de estos bochornosos conflictos internacionales, hace lo mismo en el país, pues esta semana, a través del Ministro de Educación Adhoc, Juan David Correa, el gobierno ha decidido intervenir la Universidad Nacional de Colombia, no sólo en total oposición a su supuesta política no intervencionista que ha profesado con el caso de Venezuela, sino, y más grave aún, en contra del artículo 69 de la Constitución de país. El problema de Petro no son sus posiciones, sus posturas, lo realmente preocupante son sus claras intenciones dictatoriales, convenientes a sus intereses: si las balas son de los Rusos: No nos metamos, no importa, allá ellos. Si las balas son Israelíes: Debemos hacer algo, pongamos una bandera en el estadio, si la intervención del ejecutivo a las universidades públicas lo piensa hacer otro gobierno: ¡Cómo se les ocurre! Manda fuego.  Así no es Petro, las balas son balas, vengan de donde vengan y la intervención del ejecutivo a la universidad pública es violatoria de la constitución política, sea el presidente que sea.

Y así, no acabaríamos de enumerar nunca la cantidad de temas en los que el presidente asume sus posiciones de acuerdo con lo que le conviene: así pasó con el precio de la gasolina, con el crecimiento económico del país, con las reformas, con la escasez de medicamentos, con los amigos políticos corruptos que acompañan las campañas, con los escándalos familiares, con las bolsas, maletas, y todo lo que hemos conocido los colombianos en estos casi dos años de gobierno. Cuando les pasaba a los otros eran delitos imperdonables, ahora que le pasa a él son necesarios, yo no lo crie, fue a mis espaldas o golpe blando.

El presidente siempre avivó la no intervención en universidades públicas hasta que llegó él, causando un gran malestar en el cuerpo de docentes de la universidad nacional, aunque esto no es todo, causando un gran malestar en los colombianos al enterarnos de su intervención. Como siempre pasa con su ligereza a la hora de hablar, atacar y actuar.

Diana Andrade

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