Durante las últimas semanas el país ha estado hablando de las fases finales del Fútbol profesional colombiano, donde ocho equipos disputan dos cupos para llegar a la tan preciada final y obtener el título.
Las pasiones generadas alrededor del fútbol, desarrollan sentimientos encontrados para todos los hinchas.
Hemos tenido que leer noticias de casos de intolerancia entre aficionados o agresiones hacia jugadores y sus familias, como fue el caso de Mackallister Silva con Millonarios, algo inaceptable y que rechazo con absoluta contundencia.
Pero más allá de esto, lo curioso es que esta realidad y rivalidad futbolística también se refleja en la actualidad política nacional: bandos políticos motivados y manipulados por ideologías y pasiones para generar una polarización sin precedentes que fragmenta el país e impide el crecimiento económico, social y la consolidación de la paz en Colombia.
Diariamente como ciudadanos nos levantamos con la expectativa de cuáles serán los escándalos que van a explotar. Lo único diferente es que el nuevo siempre supera al anterior y el lenguaje, las declaraciones y el tono cada vez es más beligerante.
La fatiga informativa es enorme y afecta mentalmente a gran parte de la población. El negativismo, la mala vibra y las declaraciones de los diferentes bandos con extremo cálculo político mesiánico, sin pensar en la población, no nos van a ayudar a salir del atolladero en el que nos encontramos en términos sociales, económicos y de conflicto.
Al final del día pareciera que destruir, fuera el principal propósito de algunos líderes, gobernantes, políticos y personajes de la esfera pública nacional: generar el mayor ruido posible desde sus burbujas a ver cuál suena y revienta o desgasta más al adversario; sin pensar que a futuro esa posverdad, tarde que temprano, se desvirtúa, sin embargo, el daño ya está hecho.
Además, en tiempos de redes, es increíble ver cómo a través de bodegas o personajes que generan buen tráfico, se desarrollan campañas para difundir miles de veces una mentira hasta que gran parte de la población cree que es verdad. Lo viví en carne propia como alcalde de Bucaramanga, e incluso hoy, como parapeto de la ineficiencia, intentan con retrovisor despertar pasiones, para ocultar sus pocas ejecuciones.
Todo esto afecta el día a día de los colombianos, tanto en la práctica de sus quehaceres como en su salud mental. Condicionando el estado de ánimo y la verraquera que nos caracteriza. Pasamos del prometido cambio en primera a descender el Alto de la Línea sin frenos.
Es importante que como ciudadanos no nos dejemos distraer e hipnotizar por las emociones del día a día y sigamos atentos de lo verdaderamente importante: las reformas en el Congreso, las políticas económicas, los planes de desarrollo en los diferentes municipios y departamentos del país y la ejecución eficiente y transparente de los recursos públicos con enfoques sólidos en educación, salud, bienestar social e infraestructura; fundamentales para garantizar la calidad de vida de todas y todos.
Para fortuna, el próximo mes el mundo tendremos un respiro y viviremos uno de los eventos deportivos más importantes del planeta, la Copa América. Será el escenario ideal para volver a sentirnos orgullosos de llevar la tricolor en el corazón y al mismo tiempo, con criterio, firmeza y una mirada técnica, estar atentos al acontecer nacional.
Colombia es pasión pero sus dirigentes y líderes políticos deben dedicarse a la acción. Combinemos el fervor que nos mueve la política y el deporte, en construir y no destruir.
Porque el propósito: ¡ES COLOMBIA!