Colombia está envejeciendo. Cada vez más, nuestra población mayor de 60 años crece, y
con ello se agudizan los retos económicos, sociales y de bienestar que enfrenta el país.
Hoy, el Congreso de la República debate un proyecto de ley que busca garantizar la efectivadifusión de los beneficios para la población adulta mayor. Sin embargo, este debate debe ir
mucho más allá. Necesitamos una política integral que reconozca el envejecimiento como
una transformación estructural de la sociedad y actúe en consecuencia.
Solo el 25% de los adultos mayores cuenta con una pensión, cifra que cae al 11% en zonas
rurales, dejando al 75% en condiciones de vulnerabilidad. La falta de ingresos estables
obliga a muchos a depender de la caridad o del trabajo informal, mientras que el 40% de los
hogares con adultos mayores enfrenta pobreza multidimensional.
Además, de la precariedad económica, los adultos mayores enfrentan serias dificultades en
el acceso a la salud. Más del 60% padece enfermedades crónicas, pero solo el 25% recibe
atención geriátrica especializada. La falta de geriatras –menos de 200 para más de 7
millones de personas– refleja un sistema de salud que no está preparado para atender esta
creciente población. A esto se suma el abandono y la soledad.
Y es que la problemática de la población de adultos mayores es profunda, sensible y
multifacética. Por eso, se necesitan políticas que promuevan la integración de los adultos
mayores en la sociedad, fomenten espacios de participación y aseguren redes de apoyo. La
discriminación por edad (edadismo) sigue siendo una barrera para su inclusión en la vida
social, laboral y cultural del país.
Ahora, el envejecimiento poblacional no solo representa un desafío, sino también una
oportunidad. La llamada «economía plateada», que abarca bienes y servicios destinados a
los adultos mayores, representa el 12,2% del PIB en Colombia, con un valor de $121
billones de pesos. Países como Japón y Alemania han sabido capitalizar este fenómeno,
promoviendo la inclusión laboral de los adultos mayores, incentivando el emprendimiento
senior y adaptando la economía a las necesidades de esta población.
Si Colombia quiere estar a la altura de los desafíos del futuro, debe dejar de ver el
envejecimiento como una carga y comenzar a considerarlo como un motor de desarrollo.
Necesitamos una estrategia nacional que impulse políticas de empleo, salud y bienestar
para nuestros mayores, garantizando que el envejecimiento no sea sinónimo de
precariedad, sino de oportunidades y calidad de vida.
El envejecimiento de la población colombiana no es un problema del futuro: es una realidad
que ya estamos viviendo. La pregunta es si como sociedad estamos preparados para
asumir este desafío o si seguimos ignorándolo hasta que sea demasiado tarde. El momento
de actuar es ahora.
Alejandro Ocampo