Cuando el actual gobierno y el auge de popularidad política de los partidos que integran el pacto histórico llegaron al poder en Colombia a través de los mecanismos democráticos, lo hicieron con la bandera de un supuesto respeto por la democracia, por la igualdad social, por la distribución equitativa de la riqueza y por el respeto a las diferencias ideológicas, políticas y de pensamiento. Después de dos largos años a la cabeza del ejecutivo y con las mayorías en el legislativo, definitivamente se pone en evidencia que esas banderas fueron sólo una falsa motivación para argumentar sus posiciones y la llegada al poder.
Ya se ha demostrado hasta la saciedad que las declaraciones apresuradas y las propuestas absurdas del presidente en campaña, no fueron más que falsas ilusiones muchos de los millones de electores que votaron por él. El pacto histórico, en cabeza de su dirigente Gustavo Petro, afirmó en campaña que tres meses después de ser el eventual presidente de Colombia se acabaría la guerrilla del ELN, incumplió. Dijo que haría un tren eléctrico elevado entre Buenaventura y Barranquilla, incumplió. Dijo que no convocaría una asamblea constituyente, y aunque no lo ha hecho formalmente, lo ha planteado como su posición y pensamiento ideológico por todos los medios y ha demostrado que sería capaz de hacerlo de tener abonado el terreno legal, entonces también incumplió. Protestó en contra del precio de la gasolina en el gobierno anterior y durante su gobierno se ha dedicado a incrementar el precio del combustible en más de un ochenta por ciento (80%).
Mucho de lo que ha sucedido en el actual gobierno es la muestra clara de que no se han cumplido las propuestas con las que Petro y el pacto histórico se hicieron elegir hace dos años. No obstante, lo más sorprendente de todo, es cómo han demostrado que el pacto histórico ni respeta las diferencias ideológicas, ni tiene talante democrático. Si bien es cierto que han dado su batalla política para prohibir las corridas de toros, cómo se explica desde el respeto y la democracia que dos de los más altos dirigentes del pacto: Gustavo Bolívar y Esmeralda Hernández hayan impulsado de una forma tan grotesca e irrespetuosa el desmonte de la estatua de César Rincón en Duitama. Yo pregunto, ¿qué tiene eso de respeto por la libertad de pensamiento y expresión? ¿en qué ayuda en la batalla ya ganada en el congreso para lograr la prohibición de las corridas de toros? Los hechos del pacto desdicen sus principios y se oponen las banderas con las que se hicieron elegir.